Seguro se ha echado un pulque o un pulmón, esa bebida blanca y espesa que se produce al fermentar el aguamiel (o jugo) de la planta del maguey. Quizá ha probado el pulque blanco que no tiene ningún jugo de frutas o ingrediente adicional. O prefiere el pulque curado que se prepara con el pulque blanco más el jugo de alguna fruta o verdura; por ejemplo: piña, tuna, apio, guayaba, etc.
Según cuenta Hernán Cortés en sus Cartas de Relación, el antiguo mexicano ya saboreaba con singular alegría esta bebida. Dice Cortés:
“… y miel de unas plantas que llaman en las otras islas maguey,
que es muy mejor que arrope,
y de estas plantas hacen azúcar y vino,
que asimismo venden”.
En la actualidad, el pulque se sigue vendiendo en el Estado de México, Hidalgo, Querétaro, Puebla, Tlaxcala. En este último existen algunas ex haciendas pulqueras que dan testimonio de los años dorados de esta bebida. Tienen bodegas, conocidas como tinacales donde se colocaban enormes tinas en las que se ponía a fermentar el aguamiel.
Tanto fue el auge del pulque en aquellas épocas, que hasta un Padre Nuestro le compusieron los pulqueros:

Y si se le antojo un pulmón, recuerde que nada con exceso todo con medida. Porque es probable que de no seguir este consejo, termine recitando los “Lamentos de un crudo”.

Y para terminar una pequeña adivinanza, ¿qué es?:

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